Todo comenzó una tarde en casa de mi tía Carmen. Como siempre, la familia reunida, el café en la mesa y las anécdotas volando por el aire. Pero esa vez hubo algo distinto: mi tío Ernesto, con voz tranquila pero seria, dijo que al fin se iba a jubilar. Todos hicimos silencio. No porque no supiéramos que eso pasaría, sino porque nadie tenía muy claro qué significaba realmente “jubilarse” en México hoy en día.
Entre risas y preguntas, la charla se fue poniendo interesante. “Ya no es como antes”, dijo mi primo Daniel. Y tenía razón. Antes, jubilarse era sinónimo de descanso, de disfrutar lo trabajado. Hoy, muchas personas se jubilan, pero siguen trabajando porque la pensión no alcanza. Mi tía Carmen lo resumió bien: “Te retiras, pero no te alcanza ni para los medicamentos”.
Hablamos de cómo ha cambiado todo desde las reformas a las leyes laborales y los sistemas de pensiones. Algunos, como mi papá, siguen bajo el antiguo esquema del IMSS; otros, como mi hermano mayor, cotizan con AFORES y no tienen claro cuánto recibirán cuando llegue el momento. Nos dimos cuenta de que la jubilación ya no es solo un tema de viejitos, sino de todos: jóvenes, adultos y hasta quienes recién empiezan a trabajar. Porque si no entendemos esto ahora, luego será tarde.
La plática se alargó. Salieron temas como la esperanza de vida, el acceso a servicios de salud y cómo muchos adultos mayores, incluso ya jubilados, siguen contribuyendo en casa, cuidando nietos o haciendo pequeños trabajos. “No me siento inútil”, dijo mi tío Ernesto con una sonrisa. “Pero sí me siento olvidado por el gobierno”. Todos asentimos en silencio.
Y aquí va mi pensamiento personal . Yo creo que el verdadero cambio debe empezar desde la educación. En las escuelas no nos enseñan a prepararnos para la vejez. Se habla del futuro, sí, pero nunca se toca el tema del retiro con profundidad. Deberíamos incluir la educación financiera y el tema del envejecimiento en los programas escolares. Si entendemos desde jóvenes cómo funciona el sistema de pensiones, qué es ahorrar y cómo planear a largo plazo, podríamos cambiar el panorama para las futuras generaciones. Mi propuesta es que hablemos de la jubilación no como el final, sino como otra etapa de vida que se puede vivir con dignidad, plenitud y derechos. Porque todos, tarde o temprano, llegaremos ahí, y merecemos hacerlo bien.